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ALBORES del mundo venidero
 

Una mirada al PRESENTE, al PASADO y al FUTURO.

 


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¿Podríamos convencernos de que Cristo está interesado en seleccionar y reunir a un grupo de creyentes dedicados que sienten que el cuerpo está en un estado de deterioro y división, y sin embargo, creer que todavía hay una gran esperanza y potencial entre los santos de esta generación?



En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo nos dice:

"Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efesios 1:15-23).

¿Por qué creer que la Biblia presenta a los santos como “EL CUERPO DE CRISTO”, en lugar de, por ejemplo, “la casa de Cristo”, o “la espada de Cristo”, o tal vez “la gloria de Cristo”? Sin duda, tema para meditar por un momento.

Dado que todos tenemos un cuerpo humano, no debe sorprender a nadie que Dios adoptara esto como la analogía más sencilla para ilustrar tantas lecciones de vida. No sólo es “el cuerpo” una entidad familiar para las personas, también está diseñado de una manera tan compleja e interdependiente como para causar que sus numerosas partes y funciones puedan representar los principios espirituales y los procesos que se aplican a los seres humanos en nuestro llamado divino. Cuanto más se contempla el cuerpo como una analogía espiritual, más perfecta se hace la opción del Bendito y Omnisapiente Padre Celestial.

Considere el hecho del cuerpo físico del Mesías cuando Él caminó en la tierra. Es posible que no piense en su cuerpo literal muy a menudo, pero aún presenta un número de tipos y modelos que se aplican a los creyentes que componen el Cuerpo espiritual de Cristo. Por ejemplo, se nos dice en Lucas 22:19, con motivo de la Última Cena, que Yahshua:

"…tomando el pan, dio gracias, y lo partió y les dio [a Sus discípulos], diciendo: Esto es MI CUERPO, que por vosotros es DADO; haced esto en memoria de mí."

El pasaje análogo escrito por Pablo en su primera carta a los Corintios, expresa la declaración del Salvador de la siguiente manera:

"Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es MI CUERPO que por vosotros es PARTIDO; haced esto en memoria de mí " (I Corintios 11:23-24).

En el caso de la Última Cena, Cristo tomó el pan, y se indica específicamente que Él LO PARTIÓ. Sabemos, por supuesto, que hay un gran significado en este suceso, ya que Pablo nos dice en I Corintios 11, que tan a menudo como hagamos esto la muerte del Señor anunciamos hasta que Él vuelva. El cuerpo literal de Yahshua fue en efecto roto por nosotros--no los huesos, sino el cuerpo mismo. Él sufrió en nuestro nombre, por nuestra culpa. Pero, ¿qué tal el Cuerpo espiritual de Cristo?

En Lucas 22:19, leemos que nuestro Salvador declaró que Su cuerpo fue ENTREGADO por nosotros. Piense en la profundidad del significado de esta expresión. En primer lugar el Padre ENTREGÓ a su Hijo, luego, el Hijo se ENTREGÓ a si mismo, y las Escrituras afirman que Él incluso llevó nuestros pecados en su CUERPO (I Pedro 2:24).

Si su cuerpo físico fue entregado por nosotros, ¿qué tal su cuerpo espiritual?

El hecho es que al leer estas dos declaraciones del Nuevo Testamento, no debemos pasar por alto el hecho de que, en efecto, SÍ HAY UN PROFUNDO Y CABAL SIGNIFICADO EN LA ANALOGÍA DEL CUERPO: Los verdaderos creyentes y seguidores del Mesías [Sus discípulos], son, en esencia, para ser ENTREGADOS por los pecadores del mundo. Pablo escribe en Romanos 12:1 (leamos texto en varias versiones):

(Versión Dios Habla Hoy): “Por tanto, hermanos míos, les ruego por la misericordia de Dios que se presenten ustedes mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer.”

(Versión Biblia de Jerusalen 1976): “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual.”

(Versión Reina-Valera 1995): “Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto.”

(Versión Reina-Valera 1960): "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."

Presentar en sacrificio significa ENTREGAR. En efecto, tal como el cuerpo físico de Yahshua fue entregado por causa de nosotros, así también nosotros, EL CUERPO ESPIRITUAL DE CRISTO, debemos entregarnos como un sacrificio vivo a Dios por los demás. Y de igual manera el cuerpo físico de Cristo que fue literalmente partido (quebrantado, molido) durante su ministerio en la tierra, tal como lo representa el pan que Él partió, la eklesia, nosotros, el cuerpo espiritual, también será PARTIDO, pues Pedro nos dice:

"Puesto que Cristo ha padecido por nosotros en la carne, vosotros también armaos del mismo pensamiento; porque el que ha PADECIDO en la carne, cesó de pecado; para que ya el tiempo que queda en la carne, viva, no en las concupiscencias de los hombres, sino en la voluntad de Dios. ...Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence; antes glorifique a Dios por ello. ...De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador, y hagan el bien" (I Pedro 4:1-2, 16, 19).

(Leamos esta cita en la versión Dios Habla Hoy: “Por eso, así como Cristo sufrió en su cuerpo, adopten también ustedes igual disposición. Pues el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, para vivir el resto de su vida conforme a la voluntad de Dios y no conforme a los deseos humanos. …Pero si sufre por ser cristiano [discípulo], no debe avergonzarse, sino alabar a Dios por llevar ese nombre. … De manera que los que sufren según la voluntad de Dios, deben seguir haciendo el bien y poner sus almas en manos del Dios que los creó, pues él es fiel”).

En Marcos 14, leemos acerca del evento en el que el cuerpo de Yahshua fue UNGIDO con especias muy caras por cierta mujer que derramó el preciado ungüento sobre Su cabeza. Algunos de los discípulos realmente se indignaron, en lo que percibieron como ambos una extravagancia innecesaria, así como el descaro aparente de esta mujer, de todas las personas, presumir a entrar en su reunión y realizar un acto tan audaz como éste sobre el Mesías.

¿Acaso no sabemos que el Cuerpo espiritual de Cristo es UNGIDO? En efecto lo sabemos, ya que el apóstol Juan dice:

“Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de Él habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas - y es verdadera y no mentirosa - según os enseñó, permaneced en él” (IJuan 2:26-27, JER).

¿No estamos también conscientes de que hay quienes se oponen a la unción del Cuerpo de Cristo, que, en vez de encomiar a los creyentes alentándolos en sus dones espirituales, más bien, procuran su control, negando la especial unción divina que cada miembro verdadero ha recibido? En efecto, ¡sí lo estamos, pues todos nosotros nos hemos visto obligados a abandonar la compañía de aquellos que han tratado de restringir la libertad espiritual de los santos individuales!

No olvidemos, por lo tanto, el hecho de que cuando el cuerpo físico del Mesías fue ungido, Él respondió de inmediato a los detractores, diciéndoles que dejaran a la mujer en cuestión, y yo les testifico que esto es precisamente lo que Él les está diciendo a aquellos que a través del poder de la religión han tratado de imponer su voluntad sobre los hijos de Yahweh. Él está diciendo: "¡Quita tus manos de ellos, y déjalos en paz!"

Yahshua dijo a los discípulos agraviados: “Dejadla, ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho".... Ésta ha hecho lo que podía; y se ha anticipado a ungir mi cuerpo… De cierto os digo: Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, lo que ella ha hecho, también será contado para memoria de ella" (Marcos 14:6, 8-9).

Siempre recuerde a esta mujer, lo que hizo y el hecho de que lo hizo. ¿Creemos, siquiera por un momento, que Dios el Padre pensó que el ungüento era demasiado costoso para ser desperdiciado en su Hijo, que la unción de su cuerpo no era algo muy especial? ¡Será mejor que reconsideremos nuestra creencia! ¡Y les declaro que el Padre Celestial se siente igual de firme sobre la unción del Cuerpo espiritual de su Hijo, y no tolerará a aquellos que se oponen al mismo, que le restan importancia, que lo niegan, o que intentan controlar y apagar el entusiasmo espiritual en la vida de Su pueblo!

No sólo el cuerpo literal del Mesías fue quebrantado en sacrificio por nosotros, también fue destruido en la muerte y sepultado en la tierra. Y, ¿qué tal su cuerpo espiritual? A nosotros, también, como verdaderos creyentes, nos dice Pablo en Romanos 6:3:

"¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su MUERTE?"

Y en el siguiente versículo, Pablo continúa diciendo: "Porque somos sepultados con Él en la MUERTE por el bautismo" (Romanos 6:4).

Yahshua explicó la verdad de este asunto de otra manera, diciendo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la TIERRA y MUERE, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, SÍGAME; y donde yo estuviere, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará" (Juan 12:24-26).

Sí, el cuerpo físico de nuestro Salvador fue entregado por nosotros, quebrantado por nosotros, murió por nosotros, fue sepultado por nosotros, y en cada uno de estos grandes eventos Su cuerpo espiritual queda profundamente ilustrado. Recordemos que Él dijo que si el grano de trigo muere y es enterrado, traerá mucho fruto. Esto es precisamente lo que ocurrió en su vida, y es precisamente lo que debe y va a ocurrir en la nuestra también, porque también nosotros sabemos que Él salió del corazón de la tierra como el Salvador resucitado del mundo. Y al igual que Su cuerpo literal fue resucitado de entre los muertos, así también Su cuerpo espiritual, la eklesia.

Retomando donde lo dejamos en Romanos 6, Pablo continúa para terminar gráficamente la imagen que está pintando, al afirmar:

"Porque si fuimos plantados juntamente con Él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su RESURRECCIÓN; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Él, para que el cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. ...si morimos con Cristo, creemos que también VIVIREMOS con Él; ...Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez; pero en cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos en verdad muertos al pecado, pero VIVOS para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Romanos 6:5-11).

Por consiguiente, vemos que al igual que Yahshua murió con un solo cuerpo y fue resucitado con uno nuevo, así también Su cuerpo espiritual, considerado como una NUEVA CREACIÓN, algo tan nuevo y diferente que, literalmente, nunca existió antes! Así de especial son los verdaderos santos para ambos, el Padre y el Hijo. Y de la misma manera como el Mesías ahora vive para siempre ante Dios, así estaremos nosotros, los creyentes, eternamente unidos a nuestro Padre Celestial por la transformación de vida que nos ha sido otorgada en y a través de nuestro Salvador.

En Colosenses, capítulo 1, leemos de nuevo sobre la posición que ocupa el Mesías con respecto al tema que estamos estudiando:

"Porque por Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, visibles e invisibles... ...todo fue creado por Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas por Él subsisten; y Él es la CABEZA del cuerpo, que es la iglesia; (gr. ekklesia--los que son llamados, no la iglesia, que en realidad se deriva de Circe, antigua diosa pagana!) (Colosenses 1:16-18).

Nosotros los creyentes somos considerados por el Padre Celestial, como ¡EL CUERPO DE SU HIJO¡. Y no llama al Hijo, “el cuerpo”, sino más bien “la Cabeza del Cuerpo.” Ahora bien, la cabeza es, sin duda, la parte más importante de un cuerpo, pero en sí sola no es el cuerpo completo.

¿Sería incorrecto o inapropiado, por lo tanto, concluir que, con respecto a la manera en que Dios el Padre elige obrar en y a través de los seres humanos, el Mesías no está completo sin los diversos componentes de Su cuerpo?

Así como cada cuerpo tiene absoluta necesidad incuestionable de una cabeza, sin la cual no podría sobrevivir, de igual manera, toda cabeza también requiere de un cuerpo, con el fin de que su propósito y funciones se puedan cumplir y dar fruto. Hurgando el tema desde esta perspectiva, ¿no estaríamos obligados a pensar que, para que las cosas funcionen de una manera que es aprobada por Dios y que es realmente productiva, Yahshua el Mesías tiene necesidad de Su Cuerpo? Por lo tanto, nosotros, como creyentes santos, somos realmente necesarios, e incluso vital, para el éxito de la misión de Cristo. Sabemos que esto es inequívocamente cierto, porque las Escrituras nos comparan con las partes de un cuerpo humano, una analogía con la que estamos íntimamente familiarizados, y que hace que sea siempre tan fácil vernos a nosotros mismos desde la misma perspectiva con que Dios el Padre nos ve. (Sería interesante estudiar, meditativamente, 1 Corintios 12, y otros pasajes de los tantos que hablan de la analogía del cuerpo humano).

Una de las razones principales por la que Yahshua dijo a los discípulos que una vez Él regresara al reino celestial, no solo harían las obras que Él hizo, pero “obras aún mayores que éstas”, tenía todo que ver con el hecho de que aquellos primeros creyentes estaban destinados a constituir el cuerpo mismo de Cristo sobre la tierra. En otras palabras, el Mesías les estaba diciendo a ellos, y por extensión a nosotros también, que mientras permaneció sobre la tierra, Él sólo poseía Su cuerpo físico, que al igual que todos los seres humanos, tenía sus limitaciones. A Su regreso con el Padre, sin embargo, Él les prometió que, en lugar de su cuerpo humano, que sólo podía ir a tantos lugares, hablar con tanta gente, y hacer tantas cosas, Él tendría un Cuerpo espiritual a través del cual podría lograr mucho más de lo que nunca hizo como ser humano sobre la tierra.

¿Es realmente posible que el Todopoderoso haya arreglado las cosas de tal manera que su éxito en el cumplimiento de Su propósito para con la humanidad dependa, al menos en parte, de la acción de Su pueblo verdadero sobre la tierra?

Ciertamente lo parecería. Esto, por supuesto, de ninguna manera disminuye o denigra al Padre, que claramente tiene dentro de Su propia facultad el derecho y el poder de hacer precisamente lo que Él así decida. El punto es, sin embargo, que Él ha elegido operar de una manera particular, porque Él sabe exactamente qué método hará que Sus esfuerzos tengan éxito, y Él es lo suficientemente inteligente y lo suficientemente determinado a no permitirse a sí mismo a sucumbir ante cualquier otro método, no importa cuáles puedan aparentar ser las circunstancias en un momento dado.

En este sentido, creo que es interesante y muy instructivo observar que David fue inspirado a hacer la siguiente declaración, por demás audaz; hablando de Israel, dijo:

"¡Cuántas veces lo provocaron en el desierto, lo enojaron en la soledad! Y volvían, y tentaban a Dios, y ponían LÍMITE AL SANTO DE ISRAEL" (Salmos 78:40-41).

Tengamos en cuenta el hecho de que el Padre fue limitado en ocasiones a lo que Él podía cumplir en y a través de Israel, basado enteramente en las propias respuestas erróneas del pueblo o falta de respuesta a Su voluntad para con ellos. Tengamos en cuenta, además, que el Mesías estaba limitado por Su propio cuerpo físico mientras Él condujo Su ministerio en la tierra, lo que lo llevó a insistir en el hecho de que, después de su ascensión, Él obraría a través de un cuerpo espiritual mucho más grande y extenso. Y, por último, tengamos en cuenta también que es muy posible que si el cuerpo espiritual de Cristo sobre la tierra es débil o enfermizo o soñoliento o complaciente, Él, como su propio Padre, está limitado en cuanto a lo que se puede hacer dentro del plan divino. Por consiguiente, el valor del Cuerpo para Dios, ya sea durante el Antiguo Testamento o en los tiempos del Nuevo Testamento, es de suma importancia para el éxito de su grandioso plan. Nosotros, como creyentes de hoy, por lo tanto, somos elementos importantes y necesarios en la manera en que Dios ha elegido obrar. Por consiguiente, de la misma manera como tenemos que depender de Él y no podemos hacer nada sin la presencia y el poder del Mesías en nuestras vidas, así también Él depende de nosotros para utilizar los dones y los medios que Él nos ha dado para operar fructíferamente en todo el mundo. En esencia, nosotros somos las manos, y los brazos, los pies y las piernas de Cristo mismo a medida que “hacemos camino al andar” en nuestras vidas.

Ahora, considere qué parte o partes del cuerpo le gustaría NO TENER en su existencia. ¿Serían sus manos, sus pies, su corazón, sus ojos, su nariz, sus oídos, su boca, su piel? ¿O qué tal otras partes, menos evidentes y/o menos dignas? ¿Qué tal el hígado, los pulmones, los vasos sanguíneos, el sistema linfático, las glándulas, o sus intestinos? Le garantizo que ni uno solo de estos componentes se considera prescindible por usted o por mí. ¡No nos gustaría estar sin todas las partes de nuestros cuerpos; nunca elegiríamos estar sin cada parte de nuestro cuerpo, y haríamos todo lo que esté en nuestro poder para evitar lesiones o remoción de cualquier parte de nuestro cuerpo! Así son las cosas, ¿no? Bueno, pregúntese, ¿cuánto más importante cree usted que el Cuerpo de Cristo es para Dios el Padre y Su Hijo? ¿Cuánto más ellos valoran a cada miembro de ese Cuerpo, en contraposición a las meras partes del cuerpo humano?

Tenemos que llegar a ser y permanecer plenamente conscientes de que cada uno de nosotros es un componente necesario, vital, y altamente preciado del más grandioso Cuerpo ¡en todo el universo! Ser parte de tal entidad no debe ser visto como algo meramente figurativo o simbólico, sino ¡REAL Y DINÁMICO! Recuerde siempre lo que sería si su cabeza no tuviera cuerpo. No obstante, cuando a los creyentes no se les enseña quiénes y que realmente son, cuando no son conscientes de su función, y de cómo han sido equipados espiritualmente para obrar; cuando nunca ven su actual realidad espiritual modelada (correcta y bíblicamente representada), ¿cómo puede Cristo cumplir exitosamente Su obra, siendo Él esencialmente una Cabeza sin Cuerpo?

Cuando el Cuerpo de Cristo es débil, enfermizo, lánguido, complaciente, soñoliento, distraído, fácilmente influenciable por todo viento de doctrina, dividido en bandos hostiles, quisquilloso, prejuicioso, ignorante, exclusivista, engañado, ¿cómo es posible que Yahshua pueda obrar con éxito en el mundo y cumplir con Su ministerio en la tierra?

Aunque puede que no sea popular decir esto, no puedo aceptar la noción de que todo está muy bien en el panorama de la Iglesia de Dios hoy en día. ¿Alguna vez se ha preguntado usted por qué el Nuevo Testamento está literalmente repleto con la obra de impactar al mundo, mientras que los grupos de esta era que guardan el sábado pasan la mayor parte de su tiempo desviándose de su propio rumbo autodiseñado, y por consiguiente el mundo ya no está poderosamente conmovido en la plenitud de la verdad de Dios? Es muy cierto que un gran número de las organizaciones principales que observan el domingo predican una forma de lo que ellos llaman el Evangelio, pero aquellos que creen y tratan de caminar por toda palabra que sale de la boca del Todopoderoso parecen estar bien envueltos en discusiones sobre asuntos doctrinales triviales, o siguiendo a algunos hombres con los que se han encaprichado, o simplemente sentados esperando a que algo grande suceda. Esto me parece ser un problema substancial que enfrentan muchos creyentes hoy en día, y creo firmemente que una de las principales razones de esta evidente falta de poder espiritual, y por lo tanto de la dimensión perdida de realmente impactar al mundo, tiene todo que ver con el hecho de que el Cuerpo del Mesías está sufriendo de tal fractura, que la misión de la plenitud de Cristo está simplemente desvitalizada, apática, indiferente, lánguida, y debilitada.

Hubo un tiempo en que el actual Cuerpo de Cristo estuvo unido en un solo lugar y en armonía. Pronto, sin embargo, fue dispersado por el despliegue de muchos acontecimientos adversos, y la cercanía disfrutada por aquel primer grupo de creyentes nunca pudo recuperarse. Asimismo ocurre en el mundo de hoy también. Estamos tan dispersos hoy en día, que es imposible reproducir con precisión las mismas situaciones y circunstancias de las que leemos en el libro de los Hechos y en otras partes del Nuevo Testamento. Esto, sin embargo, realmente no es el punto en cuestión.

Tan perfecto como quisiéramos suponer que sería si nosotros, los creyentes, de alguna manera todos pudiéramos estar juntos, esto simplemente no es la forma en que va a funcionar por el momento. Ese día llegará, pero por ahora, debemos manifestar el Cuerpo del Mesías, a pesar de nuestra condición de aislamiento y somnolencia. Esto es ciertamente difícil de lograr, porque por lo general no tenemos un concepto real de un Cuerpo con sus diversas partes dispersas por todo el mundo, y porque no podemos concebirlo fácilmente, tendemos a no vivirlo. Y si alguien nos habla positivamente de ello, ni le creemos, ni lo aceptamos.

Hay, sin embargo, algunas cosas que podemos hacer, cosas que son positivas, activas y fructíferas, para mejorar la salud espiritual del Cuerpo. En primer lugar, ningún cuerpo normal puede servir a más de una cabeza. Piense en eso por un momento. Cualquier ser humano que, por alguna extraña razón, tuviera dos o más cabezas se considera ¡un fenómeno de la naturaleza! Ahora, tenga en cuenta cómo Dios ve el Cuerpo de Cristo, con todas las partes tras esta cabeza humana o aquella. ¿Qué es lo que El ve, un FENÓMENO? Pues bien, en muchos casos, cuando Él mira a los diversos cuerpos que se han formado, aparentemente en su nombre, cuerpos con muchas cabezas o la cabeza equivocada, sí, Él probablemente ve estas entidades como ¡fenómenos!

Las Escrituras enseñan que hay un SOLO CUERPO, no muchos, y un cuerpo tiene UNA CABEZA, no muchas. Por lo tanto, el primer paso y más importante que cualquier creyente de hoy debe tomar es estar absolutamente seguro, precisamente, a qué cuerpo él o ella realmente pertenece, y quién en realidad es la cabeza de ese cuerpo. Al afirmar esto, enfáticamente no quiero decir que vamos a hacer suposiciones sobre el Cuerpo y la Cabeza. No es mi intención sugerir que alguien simplemente se repita a sí mismo que lo que ellos piensan es lo correcto. Me refiero al fundamento férreo de la cuestión de, a cuál cuerpo está usted realmente conectado, y exactamente quién es la cabeza de ese cuerpo.

Lo que estoy sugiriendo es que cada uno de nosotros vayamos de rodillas ante Dios y examinemos nuestras vidas y abierta y honestamente evaluémosla, incluso pidiéndole al Padre que nos escudriñe y nos pruebe. Al reflexionar sobre su vida, piense en aquellas partes del verdadero Cuerpo que nos han precedido, cuyos ejemplos están registrados en las Escrituras. Compárese con alguno de ellos, no en el sentido de la competencia, pero en el análisis y la determinación de si usted es una parte del mismo cuerpo al que ellos estaban conectados. ¿De qué manera su vida está a la altura del Salvador? ¿Cómo usted se compara con Abraham, Moisés, David, o Pablo?

Estas comparaciones son válidas para los creyentes, porque la vida de estos primeros vencedores de fe, son para nuestra admonición e instrucción. Por lo tanto, el panorama de su vida, ¿se asemeja a la de los ejemplos bíblicos preservados para nosotros? Es necesario examinar esta pregunta seriamente, y exigirnos una respuesta precisa y veraz.

Mucha gente en la fe no va a someterse a tal examen. Se les ha enseñado a ver la vida de un Elías, un Pedro, o un Daniel como simplemente la reliquia de una época pasada, perdida en el largo paso del tiempo y las circunstancias. Así que muy pocos están dispuestos a relacionar las vidas de los primeros santos a su propia situación espiritual actual. Ministros, con el fin de aplacar a sus seguidores, se niegan a retarlos cuestionándoles las preguntas de significado espiritual profundo, optando por un enfoque halagüeño. Lo he visto suceder una y otra vez, cuando alguien trae a colación, por ejemplo, el caso de un cierto reconocido personaje bíblico, sólo para que el ministro le reste importancia a la posibilidad de que nuestras vidas hoy en día pudieran en alguna manera asemejarse a la de los primeros santos. Esto es, precisamente a lo que el apóstol Santiago se refiere al final de su epístola. Observemos:

"Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo, puede mucho” (Santiago 5:16).

Piense en esta situación cuidadosamente. El tema aquí es la eficacia de la oración ferviente. Ahora bien, los creyentes de la época de Santiago, por supuesto, no tenían los escritos del Nuevo Testamento como nosotros los tenemos hoy. Pero sí tenían las Sagradas Escrituras a las cuales nos referimos, quizás erróneamente, como el Antiguo Testamento. Como todos sabemos, el colectivo de las escrituras contiene innumerables ejemplos de hombres y mujeres justos. Si los hermanos a los que Santiago les estaba escribiendo directamente, hubiesen considerado estos ejemplos como modelos auténticos para modelar su propia vida espiritual, el apóstol probablemente nunca hubiese tenido que tratar este asunto, pero aparentemente este no era el caso, pues Santiago nos dice:

"Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto " (Santiago 5:17-18).

¿Qué hace Santiago? Él escoge este hombre a quien los judíos en verdad habían colocado en un pedestal, al único Elías, el más grande de todos los profetas, al mismo que se le dio un lugar en la Pascua anual. En el primer siglo, algunos pensaban que Juan el Bautista podría ser Elías, y otros incluso suponían que Yahshua mismo era el gran profeta.

Por lo tanto, Santiago, muy buen conocedor de la mentalidad de los judíos de sus días, toma al más reverenciado de todos los santos de la antigüedad y procede a derribarlo literalmente de su exaltado estado idealizado, y lo presenta a la gente como alguien igual a ellos mismos--no diferente--no más inteligente, no más fuerte, no más especial, simplemente alguien sujeto a problemas como cualquiera otro de ellos. Y todavía, este simple ser humano tuvo la audacia de pedirle a Dios que detuviera la lluvia de la tierra, y la fe para ver que sucediera precisamente lo que había pedido en su oración.

En el primer siglo no había probablemente ni un solo lector de la epístola de Santiago que se hubiese atrevido a pensar en sí mismo como teniendo la virtud y el poder de Elías. Después de todo, Elías fue un gran hombre, un hacedor de milagros, alguien simplemente GRANDE en espiritualidad. Y sin embargo, el punto de Santiago es precisamente lo contrario, es decir, que Elías era igual que cada uno de los hermanos del primer siglo, y que si este hombre podía orar con fervor y con audacia y obtener respuestas de gran alcance, incluso dramáticas, a sus oraciones, ¡igual podían todos y cada uno de ellos! ¡Esto tiene que ser una de las lecciones más significativas y profundas de toda la Biblia!

Ahora bien, si Santiago pudo citar a Elías como un ejemplo de la oración ferviente y eficaz, y por lo tanto alentar a los santos de su tiempo a creer que ellos también eran Elías, entonces podemos ir a cualquier número de otros personajes bíblicos y verlos como ejemplos de similares virtudes espirituales y su aplicación a nuestras vidas.

En este contexto, podríamos decir que Abraham fue un ejemplo supremo de fe, porque él estuvo dispuesto sin cuestionar y sin dudar, a dejarlo todo, salir de su país, de su ciudad, de la casa de su padre, e ir vagando en un peregrinaje a un lugar del que ni siquiera había oído hablar, y mucho menos había estado. ¿Y qué podemos aprender de este gran ejemplo? ¡Que cuando recibimos un llamado de Dios, podemos ser un Abraham; que confiadamente podemos ir a dondequiera que Dios nos guíe, y hacer cualquier cosa que Él nos mande, aunque no sepamos adónde vamos, y tengamos que renunciar a todo lo que tenemos en el proceso! Si más creyentes estuvieran dispuestos a identificarse con Abraham, en lugar de considerarlo como un exaltado e inaccesible hombre de Dios, muchos descubrirían que poseen fe mucho mayor de lo que jamás imaginaron, y podrían ir más allá, ¡y lograr más que un centenar de creyentes complacientes atascados en los vaivenes de la vida!

Pruebe este principio con otros conocidos personajes de las Escrituras, y mientras analiza cada vida, dígase a sí mismo, “la lección aquí es que puedo ser... un Noé, un Josué, una Déborah, o una Ester en mi propia situación de vida.” Hacer esto tiene el potencial y el poder de transformar su vida al servicio de Dios, y le ayudará a confirmar que es realmente una parte del mismo cuerpo tan importante como estos grandes patriarcas de la Biblia.

Sabemos que las Escrituras establecen que no hay sino un solo Cuerpo, y, por supuesto, eso es muy cierto. Pero para llegar a comprender y aplicar los principios de la edificación del Cuerpo, también es bueno pensar de cada asamblea local legítima como un tipo de cuerpo en sí mismo. Después de todo, cuando Pablo escribió a la iglesia de Corinto, y se refirió al Cuerpo de Cristo, sus comentarios fueron dirigidos no a todos los creyentes en todas partes, sino, muy en particular, a los corintios. Lo mismo podría decirse de su carta a los Romanos, donde en el capítulo 12, entra en un largo discurso sobre el Cuerpo. En este sentido, no es del todo inapropiado sugerir que cada congregación acertadamente, puede verse a sí misma como un cuerpo, y las instrucciones con respecto a todo el cuerpo pueden y deben ser aplicadas a nivel local e individual.

Algunos hermanos podrían suponer que debido a que su propia comunidad local es tan pequeña, que no hay suficientes miembros para comprender un cuerpo legítimo, pero esto probablemente se base en una idea errónea de que todos los dones del Espíritu deben estar en su lugar antes de que un cuerpo local pueda ser considerado viable. En la superficie, esta apreciación puede parecer válida, pero un análisis más detallado revela sus fallas. Si, por ejemplo, comparamos las epístolas a los Romanos y Corintios, descubriremos que a los romanos se les habló de sólo relativamente unos pocos de los dones, mientras que Pablo discutió más del doble de los dones con los corintios. ¿Qué podemos desprender de esta información? Simplemente que cualquier determinada asamblea individual puede tener más o menos dones en acción que otra congregación, y las diferencias se reflejarían en el contraste de la obra en la cual cada grupo podría estar respectivamente involucrado. Por otra parte, no hay realmente ninguna prueba sustancial de que los únicos posibles dones del Espíritu son los que se mencionan en un par de libros del Nuevo Testamento. Eso necesariamente no es así ya que Dios tiene la capacidad y el poder de dar múltiples y variadas habilidades que se pueden utilizar en Su servicio y en la edificación del Cuerpo de Cristo. § § § § § §

COMENTARIOS FINALES

Dado que esta es la primera parte de este estudio, tal vez sería bueno si brevemente comento sobre el propósito y la visión detrás de ello. ¿Podríamos convencernos de que Cristo está interesado en seleccionar y reunir a un grupo de creyentes dedicados que sienten que el cuerpo está en un estado de deterioro y división, y sin embargo, creer que todavía hay una gran esperanza y potencial entre los santos de esta generación? Estos hermanos serán los que se encuentran seriamente enfocados en su llamado, que han dejado de lado su búsqueda personal, y que posteriormente han salido del control de los hombres, en defensa de la autonomía espiritual del individuo, pero que también desean ver el Cuerpo sanado, fortalecido y galvanizado, para que la obra que Dios quiere hacer con y en nosotros como grupo pueda ser cumplida exitosamente.

Estos creyentes/discípulos estarán estrechamente aliados, unidos por objetivos comunes, con una visión común, y prácticas comunes diseñadas para la edificación del Cuerpo del Mesías en este mundo. Podemos ver a este grupo trabajando en redes entre sí, manteniendo un estrecho contacto, asegurándose de que cada persona esté vinculada, juntos en movimiento firme y constante hacia el objetivo común.
Podemos ver a este grupo como ligados juntos, así como se dice en la Palabra que el corazón de David estaba atado al de Jonatán. Podemos ver a este grupo de creyentes realmente dedicando su tiempo para animarse unos a otros y fortalecerse y edificarse uno al otro, cada vez más, conforme veamos que el Día de Cristo se acerca.

Tal vez podríamos ver a este grupo de santos alcanzando un acuerdo absoluto entre todos los miembros, al igual que podríamos apreciar lo que fueron los primeros discípulos cuando, en el momento de mayor oposición, y, sin embargo de gran oportunidad, ellos estaban juntos de común acuerdo, y oraron con una sola voz, y el lugar donde se encontraban se conmovió, ¡y el evangelio emergió como nunca antes, con audacia, potencia y eficacia! Y al igual que los hermanos de Antioquía estaban cuando el Espíritu Santo dijo: "Apartadme a mí, a Bernabé y Pablo para el trabajo para lo cual los he llamado" (Hechos 13:2), ¡y de esa asamblea local surgió la obra más fructífera que Dios alguna vez haya realizado en la historia de la humanidad! ¡Esta es la visión que muy bien podríamos tener en mente, una visión que sinceramente todos compartiríamos con profundo regocijo espiritual!

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Texto en inglés:  “Building Up the Body Part 1”
por Jim Rector

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